miércoles, 24 de noviembre de 2010

Enfermedad mortal

Tic tac, tic tac. Solo ese fastidioso sonido; sonido alguna vez comparado con el latido de un corazón, solo ese, fastidioso y constante, interrumpido por algún ruido callejero. Sonidos que las anteriores noches eran insignificantes y nunca interrumpían sus amadas horas de lectura.
Esta eterna espera del alba era distinta, las cosas eventuales no variaban, solo la más importante. El contenido del libro de turno era muy distinto a los demás, era un libro recomendado por no se quien, pero libro vacío, solo se podía encontrar en él caracteres que se unían y formaban palabras, y éstas, oraciones, y estás, párrafos y así hasta llegar a un texto completo, pero solo completo en su estructura formal, ya que en lo demás era un libro completamente vacío, vacío de sentimiento, vacío alma, o porque no, vacío de espíritu, llámenlo como quieran. A diferencia de los demás libros, este no despertaba sentimiento alguno en el empeñado lector, cosa que jamás paso en toda su no tan larga vida de aficionado a la lectura.
Sacó varias conclusiones: primero pensó que era normal esta situación, pero luego de reflexionar noto que eso era muy poco probable, ya que como todo buen lector había leído una buena cantidad de textos, de toda clase y género, y nunca había sucedido algo parecido. Siempre sintió algo al leerlos (aunque se ira o desagrado). En ese momento fue cuando por primera vez tuvo verdadero miedo, miedo fundado en el presentimiento de ya no poder hallar la pasión característica de los libros que el tanto aprecia, y no solo en ése, sino en todos los otros libros.
Buscando serenarse, se dirigió hacia los estantes que albergaban sus tesoros literarios, y tomó de entre estos su texto favorito -no recuerdo exactamente cual era éste, pero si que ya había sido leído por él cientos de veces y siempre logro despertar en él muchísimos sentimientos distintos- pero cuando empezó a leerlo no pudo concentrarse, ya que no podía dejar de pensar en el maldito texto, el cual intentó releer y otra vez nada y muchísimo mas terror, un doble terror, ya que ahora ya ni siquiera podía disfrutar los demás libros.
Intentó con todos los textos que encontró en los anaqueles sin lograr sentir algo, su presentimiento se confirmó. No podía leer más de unas líneas y debía dejarlos, y ya no por falta de concentración, a hora solo observaba libros totalmente vacíos, incluso con menos alma que el primero.
Luego del fundado ataque de pánico, se serenó y, creyendo ya no poder hacerlo, se puso a pensar que sería de su vida sin poder disfrutar de su hobby favorito, sabía que aun le quedaban otros pasatiempos, pero era obvio, y él lo sabía muy bien, que el mayor espacio de su vida lo ocupaba la lectura.
Luego de meditar por horas decidió no parar hasta encontrarle un remedio a esta situación, fue ahí cuando inmediatamente supo que la única forma de curarse era encontrar algún pequeño sentimiento en el libro malvado.
Pasó toda su vida tratando de lograr esta proeza. Perdió a sus amigos, su novia, sus ganas de comer y perdió el ánimo de disfrutar todas las cosas que en un momento supo apreciar. Se dedicó a hacer lo necesario para mantenerse vivo y así poder curarse.
Hoy recibí una carta de él, en la que me contaba esta historia y me pedía perdón por no haberse comunicado conmigo en todos estos años. Y contándome que, sin sentir pasión al leer, él perdió la pasión por vivir, y que vivió, solo para encontrar una solución. Y luego se resignó, como quien tiene una enfermedad incurable y solo pudo esperar morir. Me comentó que me escribía porque ya empezó a agonizar (todavía no sé si literalmente) y quería saludarme, ya que deseaba morir dignamente.
Ahí fue cuando recordé que era yo quien le había recomendado ese libro y que a mi no me había gustado, pero creí que él lo entendería mejor. Ahora estoy yendo a su casa tratando de evitar lo peor, no solamente porque quiero que viva, si solo fuera eso lo dejaría morir en paz, dignamente. Sino porque encontré el remedio que él buscaba, encontré la cura para su enfermedad
El interrogante es si llegare a tiempo para decirle que la solución era muy fácil, ¿llegaré a tiempo para decirle que ese libro sí despertó en él una pasión? pasión que se lo esta llevando a su tumba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario